El fenómeno carismático.
Por Chuss Vilarroel op
Una de las grandes bazas con la que
cuenta la Iglesia en orden a una nueva evangelización es lo que podríamos
llamar el fenómeno carismático. Este se compone de la Renovación carismática
como tal y otras comunidades, grupos, predicadores que obedecen a carismas
particulares o simplemente van por libre. Todo este conjunto constituye una
fuerza espiritual nada desdeñable por una serie de razones que vamos a
explayar.
El fenómeno carismático existe en
todas las Iglesias y denominaciones cristianas del mundo. Este hecho hace que
ecuménicamente sea un movimiento de enorme importancia. En las Iglesias
ortodoxas orientales, aunque se da el movimiento carismático, le es más difícil
penetrar ya que son tradicionalmente más rígidas Un carismático católico y un
evangélico o anglicano renovados, pueden hacer oración y juntarse para hacer
cosas en común sin ninguna dificultad. Es mucho más lo que tenemos en común que
lo que nos separa.
La identidad carismática básica viene
de una experiencia viva de Pentecostés. Como nos cuentan los Hechos de los
Apóstoles y otros escritos del principio, los cristianos primitivos se imponían
las manos para que se les hiciera experimentable el don recibido en Pentecostés. De alguna
forma, este gesto junto con la Palabra fueron los sacramentos iniciales que
crearon las comunidades cristianas donde se comenzó a partir el pan como centro
del culto. De esta forma el Espíritu Santo renovaba el recuerdo salvífico de
J.C. y lo hacía extensible cada vez a mas miembros nuevos.
El fenómeno carismático actual procede
de este mismo bautismo o efusión del Espíritu. Se inició entre los metodistas
en enero del año 1901. La Iglesia
metodista se escindió del Anglicanismo hacia el año 1729. Este cisma no se hizo
por rechazo, sino por afán de reforma y de acercamiento sencillo del culto y de
los grandes dogmas al pueblo cristiano. Se ha comparado el movimiento metodista
al franciscanismo. Sus promotores, en especial John Wesley, un hombre de
entraña mística y de una predicación muy imaginativa y cercana al pueblo,
conservaron siempre un gran respeto por la Iglesia madre Anglicana.
Ese día de enero un pastor daba una
catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles. Entre los oyentes había una chica
llamada Inés que se levantó, se puso en medio de la sala y pidió al pastor que
orará sobre ella tal como lo narra el libro sagrado. El pastor le impuso las
manos y ahí empezó todo. Tanto Inés, como sus compañeros y como miles y miles
después sintieron un cambio de vida y sucedió en ellos la experiencia del
Espíritu rubricada por la oración en lenguas. La novedad que esto significó no
pudo ser asimilada por las iglesias tradicionales que los expulsaron formando
ellos una nueva iglesia que se llamó Pentecostal. A partir de los años
cincuenta, era tan grande la multitud, que fueron siendo admitidos por las
diversas iglesias. En la Católica su irrupción data de 1967. Hoy en día es
entre nosotros, los católicos, donde esta corriente del Espíritu más
floreciente está.
Sigue siendo un fenómeno incomprendido
aunque no residual porque su influencia en el cambio de espiritualidad, en los
gestos, en los cantos y en todo el talante católico es más que visible. He
tenido la dicha de ver cómo los cuatro Papas que han coincidido con esta
corriente espiritual la han reconocido y elogiado con grandes muestras de
agradecimiento, cosa que no se puede decir de la mayoría de cardenales,
arzobispos, obispos y sacerdotes, lo cual no está fuera del designio divino, ya
que así, ha podido crecer en profundidad en medio de la catacumba y la pobreza,
con un trato a veces rayando la persecución. Pastores no ha tenido muchos, pero
suficientes para estar entroncada en lo más vivo de la Palabra y de la
Tradición
Los primeros indicios de la Renovación
carismática en España se dieron en Torrejón de Ardoz entre los católicos
americanos al servicio de la base aérea. De ahí brotó el primer grupo de
oración que al principio era en ingles y poco tiempo después se pasó al
español. El año de 1973 se puede considerar el del despertar carismático en
España. En marzo de ese año empieza a reunirse un grupo en Tolosa (Guipúzcoa),
bajo los auspicios de la religiosa de la Sagrada Familia, Izaskun Amondarain.
Algo semejante sucedió en Valladolid en el mes de septiembre. Aquí fue otra religiosa,
Juana Belascoain, también de la Sagrada Familia, la que dio los primeros pasos,
apoyada desde el principio por el P. Román Carter O.P. y por el P. León
Maxfield, religioso de la Saleta. También ese mismo año aparecen indicios de
Renovación carismática en Bilbao, Mérida, El Escorial y Zaragoza.
Sin embargo, pienso que fue
determinante la fundación, en ese mismo año, de los grupos Ágape de Barcelona y
Maranatha de Madrid. En la "estrategia" y designio del Espíritu, la
aparición de estos dos grupos, hijos de la misma tradición, ha ayudado a
vertebrar la Renovación carismática de España. En efecto, a primeros de este
año 73, se encuentra en Barcelona el matrimonio Caminero. Son españoles, pero
habían conocido la Renovación en Colombia. De ellos reciben la efusión del
Espíritu, en distintos momentos, un grupo de personas, entre los que se
encuentran el matrimonio Antonia Vidal y Pedro Manén, y el sacerdote Luis
Martín, operario diocesano. Algunas de las personas que han recibido la efusión
en Barcelona pertenecen al "Movimiento familiar cristiano".
Rápidamente comunican con otros amigos de Madrid, pertenecientes al mismo
movimiento. Acuden a la llamada un par de matrimonios madrileños que viajan
para ver de cerca "la zarza que ardía ya en Barcelona, sin consumirse".
A mediados de abril reciben la efusión del Espíritu Pepe Pérez Torres y su
mujer Angelita y también el matrimonio Miguel y Fina de la Puerta. Con esto
habían sido puestas las primeras piedras del grupo madrileño que, más tarde, se
llamará Maranatha.
Poco a poco toda la geografía española
se fue llenando de grupos. Por la razón que fuera aquí no se siguió el modelo
francés que primaba las grandes comunidades. Entre nosotros surgieron por
doquier grupos autónomos que se fueron coordinando, naciendo así las
coordinadoras regionales y la nacional. Desde el primer momento se consideró
una corriente espiritual sin fundador, sin intención de perpetuarse, sin
pretensiones públicas, fuera del derecho canónico y de toda la legislación
oficial. Eran grupos privados en que los miembros se reunían libremente para
orar sin alguna otra intención. Tenían conciencia, eso sí, de pertenecer a la
Iglesia, de su amor hacia ella y de ser sal y fermento, constituyendo un
potencial renovador dentro de ella por la experiencia del Espíritu con que eran
movidos..
En el año 2003 una parte de esta
Renovación, bajo los auspicios de la coordinadora nacional del momento y por
influencia italiana, decidió dotarse a sí misma de estatutos, convirtiéndose en
asociación privada. Dichos estatutos fueron presentados a la conferencia
episcopal siendo aprobados después de dos o tres años de deliberación. Esta
decisión pilló desprevenida a mucha gente y a muchos grupos y engendró fuertes
tensiones. Algunos no pudimos asumir en conciencia un cambio tan drástico y de
esa forma quedó dividida la Renovación en España. La Renovación siempre había
pretendido ser la sal en el cocido no una pieza más de ese plato.
De todas formas, hoy, después de diez
años, ha nacido en ambas expresiones carismáticas una generación nueva que no
ha conocido ni guarda memoria del evento que nos separó. Se ha demostrado que
ambas Renovaciones pueden convivir sin ser un duplicado solapado. En efecto, la
Renovación de estatutos se dedica más a la pastoral cultivando los carismas en
niños y jóvenes mientras que la Renovación de siempre se inclina más por la
experiencia mística, de alabanza y de profundización teológica. Pienso que la
Renovación actualmente está bien como está y ambas expresiones son obra del
Espíritu Santo.
Donde hay miel siempre pululan las
moscas. En efecto, alrededor de estas grandes corrientes de vida y renovación,
ha nacido lo que yo llamo el fenómeno carismático. Este está compuesto de
comunidades, grupos y formas que se consideran frutos de la Renovación aunque
ya no están en ella. Existen también predicadores, sanadores y formaciones que
cultivan alguno de los carismas. A veces se consideran cercanos a la
Renovación, otras veces no quieren saber nada de ella, aunque utilizan sus
métodos, modos y maneras.
Muchas de estas proliferaciones son o
pueden ser auténticas y en general sirven y hacen bien a mucha gente. Son tres
los defectos en que pueden caer:
1º- Ir demasiado por libre con el
sometimiento excesivo y exclusivo a un líder.
2º- Centrarse en los carismas de
sanación, que son los más atractivos y congregan con facilidad a multitud de
personas.
3º- Carencia de teología seria. Muchos
de ellos aunque guarden formas carismáticas han renegado de su madre y se
quedan en el simple ejercicio de algo, sin alimentarse de verdad y no creciendo
ni en la santidad ni en el conocimiento de Jesucristo. Detestan la pobreza de
los grupos de la Renovación que son poca cosa porque no pertenecen al tinglado
del organigrama oficial por lo que no se cuenta con ellos para casi nada. Cosa
que no es ningún desprecio ya que su labor no está ahí.
El fenómeno carismático católico está
muy potenciado por el mismo fenómeno entre los protestantes. En medio de
nosotros pululan muchos grupos de pentecostales y evangélicos que destacan en
especial por sus cantos llenos de unción y belleza. Son cantos en segunda
persona que entablan un diálogo vivo con Jesucristo y expresan una vida
espiritual muy intensa.
Finalmente incluyo dentro del fenómeno
carismático a las apariciones de la Virgen en Medugorje. Las conversiones que
se dan allí se parecen mucho a los cambios de vida que acontecen en las
efusiones del Espíritu carismáticas. Yo he conocido en congresos
internacionales de la Renovación carismática a franciscanos de aquella
parroquia antes y después del comienzo de las apariciones y me comuniqué
bastante ya que, en el guirigay de las lenguas, me entendía con ellos en
alemán, sobre todo en las comidas. Por otra parte una teología de gratuidad
como la carismática es la que mejor recibe y explica lo que la Virgen quiere
trasmitirnos allí.
La Renovación es un movimiento
teológico muy serio, sus asambleas aparecen a los ojos de muchos como reuniones
semifrívolas por sus cantos, su ritmo, sus gestos, su desenfado y su acogida.
Piensan que en ellos solo se cultiva un clima cálido donde es fácil la amistada
y la compañía y el trato con otras gentes que buscan igualmente superar su
soledad.
De todo esto y de otras muchas cosas
puede haber un poco y a veces, un mucho. Lo cierto es, sin embargo, que el
Espíritu Santo actúa y a lo largo de los años se ha experimentado y formulado
una teología nueva que da vida a muchos miles de personas y está hoy a la
vanguardia de la vivencia espiritual cristiana.
Esta teología no se encuentra en las
academias y facultades porque no es conceptual. Sigue más bien el modelo
fenomenológico en el que lo vivencial, lo existencial y lo experimentable es lo
que prima. Es una teología nacida de Pentecostés que más o menos sigue los siguientes
pasos:
1º- La acogida del Espíritu Santo
mediante el bautismo o la efusión del Espíritu con la imposición de manos
cambia nuestras vidas y nos abre a un mundo de vivencias nuevas.
2º- Con el paso del tiempo, el
Espíritu nos va revelando a Jesús muerto y resucitado como Señor y Salvador,
objeto todo ello del anuncio y del kerigma.
3º- El Espíritu nos revela de una
manera especial la humanidad de Jesús. En ella sucede la encarnación y con ella
se penetra en la realidad del mundo.
4º- Cristo, pues, nos ha redimido en
su cuerpo de carne pero es en nuestra encarnación es decir en nuestro cuerpo de
carne y en nuestra historia donde lo vamos a experimentar, sanando nuestras
enfermedades, rebeldías y pecados. Asumimos la realidad tal cual es sin
evasiones ni alienaciones pero en proceso de redención y superación por efecto
de la gracia de Dios y de nuestra colaboración.
5º- Toda esta operación viene de
arriba y es pura gratuidad; hemos sido amados cuando estábamos en pecado y
éramos enemigos.
6º- No debemos pues poner el pecado y
la imperfección como centro de nuestra vida. No debemos centrarnos en su
eliminación. Si lo hacemos rompemos la acción gratuita y nos constituimos en
salvadores de nosotros mismos. La ley nueva es la gracia del Espíritu Santo,
dice Tomás de Aquino.
7º- La respuesta al amor gratuito es
la acogida, dejando que el Espíritu actúe en nosotros la obra de la santidad.
8º- Esta acción nos llevará a
identificarnos poco a poco con Cristo.
9º- No es fácil dejarse hacer porque aunque
la acción sea gratuita sucede en nosotros con lo que el hombre viejo lucha en
contra.
10º-Ni la gracia ni el Espíritu, sin
embargo, no sustituyen a la naturaleza. Esta debe ser humanamente educada,
formada y hasta castigada a veces, ya que viene del pecado, haciéndola apta
para un desarrollo óptimo dentro de la vida real. El tema de la gratuidad del
que hablamos se refiere al aspecto sobrenatural de nuestra redención y
salvación. No son nuestras obras las que nos salvarán pero sí las que sucedan
en nosotros por obra de la gracia. No estamos cerca del iluminismo ni de ser
unos alumbrados. Nadie aprobará una asignatura por obra del Espíritu Santo sin
haber estudiado fuerte y duro. Pese a esto la gracia y la fe siempre serán
grandes ayudas para las dificultades de la vida de cada día. Como dice Santo
Tomás de Aquino, “la gracia no destruye la naturaleza pero la perfecciona”.
fraychusvillarroel@yahoo.es
Tomado
del blog religionenlibertad.com
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